miércoles, 5 de agosto de 2009

Crónicas de mis sueños 1

Crónicas de mis sueños:

Una historia de terror y el detonante de una mente explosiva

Cuando desperté esa mañana, me encontré con una montaña de vasijas de cerámica rotas. Reconocí entre los innumerables pedazos; mis propios trabajos, y un grito nació desde lo mas profundo de mi garganta.

Ella se despertó de un salto, y me miro como si nada; preocupada únicamente por su sueño interrumpido. Mi madre no tardo en llegar, también a castigarme por el grito. Pero yo señale las vasijas, y Ella solo atino a quejarse del lugar equivocado donde yo las había colocado la noche anterior. Intente explicarme, pero no quisieron oírme; y no importaba en lo mas mínimo mi voz, y por mas que no quisiera, bajaba la cabeza ante sus quejas. Termine por recibir la culpa, pero así no reparaba nada, si no que me hundía un poco mas a cada paso. Mi madre no cedió su voluntad, y se retiro, murmurando injurias, de nuevo a el resto de la casa, a continuar con su orden. Apenas se fue, Ella soltó una cantidad obscena de insultos combinados con una golpiza feroz. Luego de terminar de descargar su ira, se apodero del baño, y mientras su voz chillona hablaba mal de mí con un amigo, me arrodille sobre el suelo a levantar los pedazos. No me anime a tirarlos por miedo a perderlos para siempre, así que los guarde.

A la tarde me esperaba una espantosa sorpresa, Ella había traído a su amante, y sobre mi cama yacían los dos. Desparramada por el piso, la ropa de ambos, y los preciados fragmentos de mis creaciones ya no estaban. Espantada cerré la puerta y corrí lejos. Enseguida, Ella se vistió a toda velocidad y me persiguió hasta atraparme contra un rincón; agarro con sus manos un vaso de cristal y lo arrojo sobre mi. Los vidrios cayeron sobre mis brazos, que había levantado para protegerme la cara. Llorando me arrastre hasta el baño e intente curar los cortes, pero antes de poder hacer nada, me desmaye sobre el suelo.

Me desperté de nuevo con los golpes sobre la puerta. Ella quería usar el baño. Como pude me puse en pie y abrí la puerta para verme cara a cara con Ella. Me hizo jurar que no diría nada; y también me obligo a limpiar el charco de sangre que había sobre los cerámicos. Acto después, entro a la ducha; cerrando la puerta sobre mi nariz.

Días mas tarde, Ella se porto mas amable; mientras por lo bajo me amenazaba para callarme la boca. Yo bajaba la cabeza y hacia silencio.

Por esa semana pasaron una serie de actos similares, pero no llegaron a curarme el susto y el espanto de las golpizas de las otras veces. Yo seguía en silencio, aguardando por mi huida. Él me había prometido escaparnos juntos, lo cual era la razón por la que yo esperaba con tanta paciencia y mansedumbre.

La noche que elegimos para irnos, un móvil de la policía nos esperaba a unas cuadras de mi barrio. Él fue llevado preso y yo obligada a quedarme en casa. Cuando los amables hombres me trajeron de regreso, me esperaba mi padre. Tomo mi muñeca con fuerza, y me abofeteo hasta cansarse, pero mi boca quedo sellada y ni un gemido salio de ella; todo aquello no era nada comparado con lo que Ella hacia conmigo. La sangre broto a borbotones de mi nariz, mientras mis ojos se humedecían, y empecé a sentir como la anemia me conducía lentamente hacia la inconciencia de nuevo. Con las mejillas hinchadas y el rostro desfigurado subí a mi cuarto, pese al espantoso temblor de mis piernas. Ella se río de mí en mi cara, y presumió de su amante y su novio. Pero de mi solo surgió silencio. Y ya harta de mi inmovilidad, cerró su boca despectivamente y se durmió.

Los días siguientes, admito que me asemejaba mas a un espíritu, con la diferencia de que yo si dormía. Mis amigos me abandonaron, mis notas bajaron y apenas si comía algo. Poco a poco me convertí en una bolsa de huesos. Mis mejillas estaban hundidas y el brillo que tenía mi mirada, desapareció junto con el resto de las ganas que me quedaban para vivir. Daba lastima verme, yo me daba lastima. Pero seguí bajando mi cabeza, por que realmente ya no tenia fuerzas para levantarla.

Fue en esa semana cuando mi infierno llego a su fin.

Mientras subía las escaleras a la planta alta, Ella bajo lentamente, y al momento de tropezarse conmigo, me susurro con una voz silbante: “Ya no necesito que guardes ningún secreto. Ya no me sirves”. Acto seguido mis ojos se toparon con el techo del hall, mientras algo caliente resbalaba por entre mis ellos. El cristal de mis lentes se había quebrado, y mientras se nublaba mi vista, pensé, y desee que Él pudiera oír mis pensamientos dondequiera estuviese:”Al fin pude salir de este infierno. Espero nos volvamos a encontrar”